Hoy, nuestro país se encuentra en una encrucijada. Es el día de las elecciones, un día lleno de anticipación, pasión y una buena dosis de ansiedad. Es un día en el que nos reunimos para tomar decisiones que darán forma a nuestro futuro, pero también es un día en el que pueden aflorar nuestras divisiones más profundas. Algunos de nosotros nos iremos a dormir esta noche con esperanzas, otros decepcionados y otros más con la incertidumbre de lo que nos deparará el mañana.
Pero cuando nos despertemos mañana, será un nuevo día.
En los últimos años hemos visto con qué facilidad las diferencias de nuestra nación pueden convertirse en divisiones, en fisuras tan profundas que parecen imposibles de superar. Los ciclos electorales han amplificado esas divisiones, enfrentándonos unos a otros de maneras que pueden resultar difíciles de entender y aún más difíciles de reparar. Hemos visto cómo se tensaban las relaciones, se erosionaba la confianza y, a veces, se tambaleaba nuestra fe en la promesa de la unidad. Hoy, cuando emitimos nuestro voto y expresamos nuestras esperanzas para el futuro, también llevamos sobre nuestras hombros el peso de nuestras luchas compartidas. Sin embargo, nos encontramos al borde de un nuevo comienzo y, con él, de una nueva oportunidad.
El Regalo del Mañana
No importa cuál sea el resultado de esta noche, el mañana es un regalo. Es una nueva oportunidad de mirar más allá de nuestras divisiones y ver los rostros de quienes nos rodean no como oponentes o adversarios, sino como vecinos, como seres humanos que recorren el mismo camino incierto. Mañana tendremos una elección: ¿Llevaremos la tensión del día a nuestras vidas, permitiendo que endurezca nuestros corazones? ¿O elegiremos comenzar la sanación?
No se trata simplemente de un llamado a la civilidad, sino de un llamado a abrir nuestros corazones a la tarea de construir la paz, la clase de paz que requiere coraje y sacrificio. Jesús enseñó: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. Estas no son sólo palabras para tiempos de comodidad; son palabras para momentos como este, cuando elegir la paz significa abrazar la humildad y dejar de lado el orgullo. ¿Podremos mañana levantarnos como hijos de Dios, portadores de una paz que repare en lugar de dividir?
Escuchar: El Primer Paso hacia la Sanación
Mañana, cuando nos encontremos con quienes hayan emitido un voto diferente o hayan tenido una visión diferente, optemos por escuchar antes de hablar. Dejemos espacio para la comprensión. Escuchar honestamente no es fácil, especialmente cuando las emociones están a flor de piel y las heridas aún están frescas. Pero escuchar es el comienzo de la conexión, de ver el corazón detrás de la opinión, la persona detrás de la postura.
El verdadero cambio comienza en esos pequeños momentos, en la voluntad de ir más allá de nuestras convicciones y adentrarnos en la historia de otra persona. Puede que no siempre estemos de acuerdo, pero en nuestros esfuerzos por comprender, creamos oportunidades para la sanación.
Amor más allá de los Límites
Como cristianos, estamos llamados a vivir con un amor que rompe fronteras, que trasciende afiliaciones e ideologías. Es este amor —sacrificioso, inquebrantable y feroz— el que nos define más que cualquier voto que emitamos. Jesús nos dijo: “En esto conocerán todos que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros”.
¿Podemos levantarnos mañana comprometidos con este amor, comprometidos a ser conocidos por nuestra bondad, nuestra gracia, nuestra disposición a ver a Cristo en cada rostro que encontremos? En los días venideros, seamos personas cuya fe supere cualquier lealtad terrenal, eligiendo la unidad en lugar de la división, la empatía en lugar de la amargura. Nuestro amor por Cristo nos llama a encontrarnos con los demás donde están y a amarlos no por cómo están de acuerdo con nosotros, sino porque también son amados por Él.
Reflexionando sobre la Soberanía inmutable de Dios
Por último, aferrémonos a la soberanía inmutable de Dios. Ninguna elección, ningún líder, ningún resultado puede alterar el hecho de que Él está en control. El Salmo 46:10 nos recuerda: “Estad quietos, y sabed que yo soy Dios”. Esto no es solo un mandato; es un consuelo, una fuente de fortaleza en tiempos inciertos. Mientras navegamos por los días que tenemos por delante, encontremos paz en esta promesa. Nuestra esperanza no descansa en resultados temporales, sino en el amor y la justicia eternos de Dios.
Una Oración por la Sanación y la Unidad
Al acercarse el fin de estas elecciones, volvámonos a Dios con corazones abiertos.
Señor, al adentrarnos en el mañana, ayúdanos a dejar atrás nuestras divisiones. Suaviza nuestro corazón hacia quienes nos rodean, para que podamos verlos como Tú los ves. Danos el valor de escuchar, de amar, de ser amables en nuestras palabras y generosos en nuestras acciones. Que Tu paz habite en nosotros, guiándonos para ser personas de sanación y esperanza. Guíanos hacia adelante, para que podamos construir puentes, brindar comprensión y reflejar Tu amor en todo lo que hacemos. En el nombre de Jesús, Amén.
Un Llamado a Levantarse con Esperanza
Mañana, levantémonos con un compromiso renovado con la obra de la unidad, sabiendo que comienza con cada uno de nosotros, con nuestras palabras, nuestras acciones, nuestras decisiones. Seamos conocidos por nuestra amabilidad, nuestra fuerza y nuestra esperanza inquebrantable en un mundo mejor y más amable. Dejemos de lado la necesidad de ganar discusiones y, en cambio, esforcémonos por ganar corazones, recorriendo el camino de Cristo con un amor que reconstruya lo que la división ha derribado.
Este nuevo día es un regalo, una oportunidad de ser el cambio que anhelamos ver, de ser embajadores de paz en un mundo cansado. Juntos, abracemos este llamado, eligiendo el camino más difícil pero más sagrado hacia la sanación. Que nuestros pasos sean guiados por la esperanza, nuestros corazones por el amor y nuestro futuro por la promesa eterna de que, en Cristo, todas las cosas son posibles.
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